UN SOPLO…

El PRODA nació y se desplegó a través del esfuerzo de mucha gente, pero especialmente a partir del impulso y dirección que durante dos décadas le supo dar nuestro querido Ariel Zabert.
A su manera, con corazón e inteligencia, con alegría y previsión, demostrando el dominio del arte de la navegación en el tiempo, Ariel lo nutrió de continuidad y consistencia, y lo convirtió en un espacio donde fue posible compartir los sueños y deseos por una vida mejor.
Hoy con mucha tristeza informamos su fallecimiento. Hasta último momento estuvo aportando ideas, supervisando e impulsando las actividades. Una ausencia que va a doler mucho. Nos deja muchas enseñanzas, entre ellas su pasión, amor y dedicación por la agricultura urbana, familiar, agroecológica, socialmente responsable.
20 años no es nada, un soplo, señala el tradicional tango en alusión a la finitud de la vida, a su supuesta evanescencia. Sin embargo, también es mucho, y nada se desvanece completamente si mantenemos activo el ejercicio de la memoria.
Y a la vez que hicimos y hacemos memoria a propósito de estos primeros 20 años y evocamos y elogiamos un modo de hacer las cosas que se decide además como una construcción colectiva; a la par de los festejos y las proyecciones sobre un tiempo por venir, Ariel tuvo que enfrentar una larga batalla, quizá la más difícil de las experiencias posibles, esa experiencia límite que nos empuja a un punto diferencial de la vida.
Los 20 años del programa no se pueden separar de esa situación extrema que implica la muerte aconteciendo, especialmente cuando se trata de la muerte de un compañero tan querido, cuya manera de ser estuvo siempre marcada por el equilibrio entre la amistad franca y la autoridad de quien tiene a su cargo el pilotaje de la nave.
Entre todas las imágenes institucionales, hay una foto en el archivo en la que Ariel está de pie en una huerta, contemplando la diversidad vegetal que lo rodea, incorporado a un paisaje que deja ver el trabajo de la tierra y la producción de alimentos; y posiblemente, como el artista visual que también supo ser, nunca deje de componer esos paisajes comestibles cada vez que continuemos en esta grata tarea, que es además su legado, y que consiste en volver una y otra vez a sembrar.